Cuando Jerez fabricaba lápices: la primera fábrica de España y su historia olvidada

Hoy comenzamos la segunda parte de nuestro recorrido por los tabancos de Jerez. Si la memoria no me falla, lo cual es bastante posible, nuestra historia arranca con Acheron y Bombolini, quienes, como cada mediodía, se daban cita en su tabanco de siempre. Mismo ritual, el mismo vino, en vaso corto y unas aceitunas. Hoy, sin embargo, Acheron venía vestido de gala, luciendo un traje de chaqueta de verano y un pañuelo en la solapa. Bombolini, aunque solía arreglarse, prefería un estilo más informal, seguramente debido a sus muchos años en el mar, que le habían inculcado una cierta dejadez en el vestir.
El tabanco, por su parte, estaba menos concurrido de lo habitual, probablemente porque era fin de mes. Aunque en Jerez eso poco importa. ¿Qué no hay dinero? No pasa nada. Siempre hay lo suficiente para reunirse con los amigos y compartir unos vinos. Pero vamos a lo esencial: la narración de estos dos personajes, Acheron y Bombolini, quienes, a través de sus visitas a los tabancos, nos llevan de vuelta a los recuerdos de su época. La última vez lo dejaron en El Pasaje y contaron una anécdota relacionada con la fortuna. Así que retomamos la historia desde el punto donde dejaron la narración.
Allá por 1914, existió otro pasaje en la calle Lancería número 4. Se le llamaba pasaje porque conectaba con la Plaza Esteve. Antes de estar el edificio de los Arcos, donde hoy se sitúa La Cafetería de San Francisco. En este lugar se solía despachar manzanilla de Sanlúcar. El pasaje también fue conocido como La Moderna y permaneció allí hasta su desaparición en los años 70.
Otro tabanco, aunque muy cambiado desde entonces, es La Reja, en la calle Mesones, justo detrás del otro Tabanco El pasaje. Pertenecía a Manuel Rodríguez Paz, y tras su jubilación, pasó a manos de su hijo, Antonio Rodríguez Romero, quien lo regentó durante 30 años. Este tabanco albergó durante mucho tiempo una exposición permanente del célebre humorista jerezano Maro. De aquella época, apenas queda más que un altorrelieve de cemento, representando una escena de la fiesta de la Vendimia. Hoy en día, se ha reconvertido en un mesón donde, a mi parecer, se pueden degustar uno de los mejores montaditos de Jerez.
De la calle Mesones nos trasladamos a otra emblemática calle jerezana: La Porvera. Allí se encontraba el Boquete de La Porvera, que albergó durante años el restaurante conocido como La Cepa de Oro, con acceso al Callejón de los Negros. En ese mismo año, nos encontramos con La Perla, en la Plaza Vargas, en el lugar que años después se llamó Los Dos Deditos.
En 1924, se abrió una bodeguita en la calle Campana número 8, donde se vendía vino al por mayor. Otro tabanco muy renombrado en 1928, hoy totalmente transformado, fue La Palmera, en la Plaza del Arenal número 11, que en aquella época se llamaba Plaza Alfonso XII. Otro tabanco muy conocido fue El Romanito, en la calle del Pilar número 5, que se anunciaba como el mejor establecimiento de bebidas de la época. Tenía una sucursal en la calle Armas, donde más tarde abrió el Bar Supremo, muy bien gestionado a mediados del siglo XX Con sus afamados cordobeses y caprichos.
Otro tabanco muy conocido fue El Pomar, en la calle Bizcochero. Como anécdota final, para cerrar este capitulo, como curiosidad cabe mencionar que las mujeres no podían entrar en los tabancos hasta que empezaron a abrirse los grandes cafés como La Española, el Ideal de Jerez, Forno, La Vega, y La Bolera. Siempre debían ir acompañadas de su marido y, generalmente, en ocasiones especiales como las fiestas o la Semana Santa. No fue hasta la llegada de la democracia que las mujeres pudieron entrar libremente en los tabancos y bares.
Entrando en los años 30, había un tabanco llamado El Camión en la Alameda Vieja. En la calle Zarza se encontraba otro tabanco conocido como La Bodeguilla, mientras que El Minuto se situaba en la calle Santa Rosa número 7.
Ya en los años 40, comenzó a funcionar en la calle San Agustín número 1, pegando a Plaza del Arenal. El mítico tabanco de Alonso, que tras su jubilación pasó a manos de su hijo, cariñosamente llamado El Nono. Este tabanco era famoso por su variedad de vinos y su mostrador de caoba oscura, todo tallado.El dueño, gran aficionado a la caza y la taxidermia, dejó una marca imborrable en la memoria de sus clientes.
Otro tabanco mítico fue El Gallego, en San Agustín número 9, regentado por Don Eulogio García Álvarez, oriundo de Galicia, de ahí su nombre. Actualmente, en su lugar se encuentra el hotel Asta Regia.
El tabanco llamado El Duque tenía varias entradas, una principal por la calle Juana de Dios Lacoste número 22, junto al Cine Astoria, y también una entrada por la calle Canto. Se decía que su nombre se debía a su dueño, Don Francisco Torreira, quien por su porte y elegancia parecía un auténtico Duque. Vivía en la panificadora Hermida y, tras dejar su negocio, solía frecuentar un bar frente a su casa, La Valdepeñeras, al que incluso bajaba en pijama para tomarse algo con los amigos, sin perder ni un ápice de su natural elegancia.
Otro tabanco mítico en la calle Arco fue El Caracol, en el número 19, activo en los años 40. También estaba El Chachi, en la calle Santa Isabel número 11, cerca de la Plaza Vargas, y Los Palitos, en la calle Sevilla número 39. Otros tabancos de renombre fueron Las Dos Casas Petras, Pare y Beba, y el tabanco en la calle San Pablo número 12, uno de los pocos que ha resistido el paso del tiempo y que aún conserva el espíritu de aquellos antiguos tabancos.
Con el paso de los años, los tabancos, que alguna vez fueron el alma palpitante de Jerez, fueron desvaneciéndose lentamente, como el eco de una guitarra que se apaga en la noche. Algunos se transformaron en bares, mesones o pubs, y aunque todavía mantienen su nombre de origen, el espíritu que los hacía únicos se ha diluido, perdido entre los recuerdos y aventuras de nuestros personajes quienes los frecuentaron. Hoy, al despedirnos de este último tabanco en la calle San Pablo, sentimos una mezcla de nostalgia y gratitud. Nos dejamos muchos en el tintero como: el Ideal, El Clavel, Las Novedades, El Triunfo, Viva España, El Coloso, Las Candelarias… nombres que resuenan como viejas melodías en el corazón de Jerez. A través de estos relatos, hemos logrado capturar no solo la historia de los tabancos, sino también una parte esencial de nuestra identidad, esa que se comparte y se revive con cada copa levantada en su memoria.
los datos del texto son recabados en el libro sobre tabanco ventas de jerez
de Juan de la Plata.
texto por Belerofonte:
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