Cuando Jerez fabricaba lápices: la primera fábrica de España y su historia olvidada
Cuando Jerez fabricaba lápices: la historia de una industria pionera
El lápiz, tal y como lo conocemos, nació en el siglo XVI tras el descubrimiento del grafito en Inglaterra. Aquel invento, sencillo en apariencia, transformó la vida cotidiana: facilitó el acceso a la escritura y al aprendizaje, permitió a artistas y arquitectos dar forma a sus ideas y democratizó la creatividad, poniéndola al alcance de todos. Con él, la educación se volvió más accesible, la ciencia más práctica y el arte más libre.
Este pequeño objeto, que ha acompañado a generaciones enteras en pupitres, oficinas y talleres, también tuvo un capítulo inesperado en la historia de Jerez de la Frontera. Porque, aunque solemos asociar la identidad de la ciudad al vino y al flamenco, a comienzos del siglo XX aquí se levantó la primera fábrica de lápices de España.
El sueño de un emprendedor
La idea fue obra de Juan Vicente Vergara Lassaletta, empresario nacido en El Puerto de Santa María y descendiente de una familia de origen vasco. Convencido de que en España podía producirse un lápiz de alta calidad, escogió Jerez para instalar su factoría, en un momento en el que este producto escolar y de oficina se importaba en gran parte del extranjero.
Una ubicación estratégica
La planta se levantó en la Huerta Pintada, muy cerca de la estación de tren, lo que hoy conocemos como la calle Pío XII. Esa localización no era casual: el ferrocarril permitía recibir materias primas procedentes de distintos países y distribuir los lápices terminados con rapidez por toda la geografía nacional.
Para la mina se utilizaba grafito importado de Bohemia, Inglaterra y México, reconocido por su pureza. Las maderas, procedentes de cedros y coníferas aromáticas nacionales, aportaban resistencia, facilidad de afilado y un aroma característico. El resultado era un producto robusto y preciso, comparable al de las mejores marcas europeas de la época.
Modernidad para su tiempo
La fábrica estaba equipada con maquinaria alemana avanzada, dividida en varias secciones: corte y encolado de la madera, inserción del grafito, ensamblado y acabado final. Este sistema permitía fabricar lápices de forma regular y a gran escala, manteniendo un alto estándar de calidad.
Tras la muerte de Juan Vicente en 1900, fueron sus hijos —Mateo Vergara Quesada y Eduardo Vergara Sanchiz— quienes culminaron el proyecto, inaugurando oficialmente la fábrica en 1910. Durante años, sus lápices abastecieron a colegios, comercios y oficinas de todo el país.La historia industrial de la fábrica se cerró en 1934, cuando la maquinaria fue vendida a la recién creada empresa Hispania, en Ferrol. Aquello marcó el fin de la producción en Jerez, aunque su huella quedó como ejemplo del espíritu emprendedor de la ciudad.
La historia de Jerez no se escribe solo con uvas y toneles. También hubo espacio para industrias creativas y técnicas que poco tenían que ver con la viticultura, pero que evidenciaban la capacidad local para innovar y competir.
Hoy, la antigua ubicación de la fábrica se confunde con el paisaje urbano moderno, pero su historia sigue siendo un recordatorio de que Jerez también supo fabricar cultura, trazo a trazo, con grafito y madera.
¿Sabías que...?
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El lápiz más largo del mundo mide más de 1.000 metros y fue fabricado en Alemania en 2017.
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El color amarillo de muchos lápices no es casualidad: se popularizó en el siglo XIX como símbolo de prestigio, ya que se asociaba a la calidad del grafito chino.
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Se calcula que un lápiz puede escribir hasta 45.000 palabras o trazar una línea de unos 56 kilómetros.
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