Cuando Jerez fabricaba lápices: la primera fábrica de España y su historia olvidada

Hoy en día, pasear por las calles del centro de Jerez es recorrer una ciudad con un pavimento cuidado y una estética tradicional. Pero esto no siempre fue así. A lo largo de los siglos, el empedrado y enlozado de sus calles ha sido una prioridad para el Ayuntamiento, especialmente durante el siglo XIX. Sin embargo, ya en el siglo XVIII se comenzó a allanar el suelo con escombros para facilitar el empedrado.
El crecimiento de la ciudad y el aumento del tránsito de carruajes provocaban un rápido deterioro de las calles. Las calzadas de tierra se convertían en un barrizal cuando llovía y en un foco de polvo en verano, lo que dificultaba la vida diaria de los jerezanos. Para mejorar la circulación y la higiene, el Ayuntamiento emprendió un ambicioso proyecto de empedrado y enlozado, a menudo acompañado de la construcción del alcantarillado.
Las primeras vías en recibir este tratamiento fueron algunas de las más emblemáticas de la ciudad: Lancería, Larga, Plaza Santo Domingo, Arco, Mora, Porvera, Caballeros, Caridad, Sevilla, Plaza Platero y La Hierba. Estas calles, muchas de ellas comerciales o de gran tránsito, fueron priorizadas para ofrecer una imagen más cuidada de la ciudad.
Los materiales empleados en la pavimentación no siempre eran fáciles de conseguir. Las losas llegaban en barco a través del muelle del Portal y eran transportadas hasta Jerez por el camino real o las playas de San Telmo. La piedra utilizada en el pavimento solía extraerse de las canteras de San Cristóbal.
Además, los propietarios de viviendas tenían la obligación de colaborar en el empedrado de la ciudad, aunque en muchos casos debían hacerlo en zonas alejadas de sus propios domicilios, lo que generaba protestas.
En los primeros años, uno de los problemas más comunes era la escasez de cal en la mezcla del pavimento, lo que reducía su durabilidad. Esto se debía al alto precio de la cal, hasta que el Ayuntamiento decidió abastecerse de este material y garantizar su correcta aplicación.
A pesar de los esfuerzos municipales, las quejas de los vecinos fueron una constante. Por ejemplo, en 1846, los habitantes de la calle Medina exigieron reparaciones urgentes debido al deterioro del empedrado. En 1860, el Ayuntamiento determinó que todas las calles estrechas de menos de tres varas de ancho debían ser empedradas y baldoseadas. Con esta medida, se pretendía evitar que los vecinos cerraran las calles con puertas para convertirlas en espacios privados, algo que había sido una práctica común.
Jerez se mantuvo fiel a su empedrado tradicional durante décadas, incluso cuando en otras ciudades españolas comenzaron a asfaltarse las calles. En 1871, la Compañía de Asfalto de Maeztu ofreció sus servicios al Ayuntamiento jerezano, aunque el asfalto no se generalizó en la ciudad hasta finales del siglo XIX y principios del XX.
Gracias a estas reformas, Jerez se transformó en una ciudad con una imagen más cuidada y moderna, facilitando la movilidad y mejorando la calidad de vida de sus habitantes. La pavimentación de sus calles no solo mejoró la estética urbana, sino que también contribuyó al crecimiento y expansión de la ciudad.
Así que la próxima vez que pasees por las calles del centro, detente un
momento a mirar el suelo y piensa en todo el esfuerzo e historia que hay bajo tus pies. ¡Jerez es mucho más que su vino y su cultura, también es una ciudad que ha sabido evolucionar con el tiempo!
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